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Si en la anterior publicación hablábamos del riesgo a perder audición que algunas personas sufren en el trabajo, hoy vamos un paso más allá. Sabemos qué factores pueden propiciarla, conocemos algunas medidas para prevenirla, pero ¿cómo nos afecta a cada uno en particular? Para averiguarlo, un equipo de investigadores austriacos del Instituto Medioambiental de Viena ha desarrollado una sencilla prueba: medir la pérdida de audición temporal.

Con ella, se ha podido observar la rapidez con la que las células ciliadas del oído interno se recuperan tras haber estado expuestas a ruido. De esta forma, a partir de la velocidad con la que lo hacen se puede determinar el nivel de susceptibilidad ante la pérdida de audición.

Perder audición es consecuencia de vivir en entornos de ruido. La prevención es la principal respuesta ante esta degradación de la capacidad auditiva.

El proceso de la prueba y sus respectivos resultados son claros: los participantes, tras exponerse a frecuencias de entre 200 y 500 hertzios, y someterse posteriormente a un audiograma -a 4 kilohertzios durante 10 minutos-, obtienen la probabilidad de su grado de pérdida de audición. Como dato concluyente, el 82% de los participantes que cabía esperar un deterioro, padecían realmente de una pérdida de audición. Esto podría ser el indicador que permita mejorar el asesoramiento en el uso de protecciones auditivas, además de ajustar la planificación de las revisiones de audición. Un paso previo a la prevención o un paso adelante en la investigación, según como se mire.